El anaquel libertario – Reseña del libro La balada del Bar Torino de Rafa Lahuerta
Por Enrique Rodríguez
Tenemos entendido que “La balada del Bar Torino” es el primer libro escrito por Rafa Lahuerta. Previamente había colaborado en varios libros colectivos y había destacado como prologuista y articulista. Lahuerta había demostrado que en unas pocas palabras era capaz, no solo de crear una poderosa historia, sino también de recrear un ambiente, unas vivencias, un pasado. A nuestro entender el gran mérito de “La balada del Bar Torino” es demostrar que el Valencia, el club de nuestros amores, puede ser a la vez el escenario y el decorado de nuestras vidas.
El gran mérito de “La balada del Bar Torino” es demostrar que el Valencia, el club de nuestros amores, puede ser a la vez el escenario y el decorado de nuestras vidas.
No es casualidad que Rafa Lahuerta utilice el término “balada” para expresar lo que siente por su club. La balada suele ser una canción con aire triste, melancólico, un canto de amor, pero también de desamor; y en efecto, ser seguidor del Valencia C.F. acaba siendo un compendio de victorias y derrotas, de ilusiones y desdichas. Al igual que en “La balada de Cable Hogue”, el lírico y melancólico western de Sam Peckinpah estrenado en 1970, los valencianistas somos los sufridores, los perdedores de la historia.
En este libro encontramos la memoria personal y autobiográfica de un niño que se inicia en el amor a una camiseta. Desde la narración de las vivencias familiares, en una época en la que el barrio y los vecinos eran imprescindibles en la formación de nuestra memoria, se describen los partidos y las finales jugadas por el Valencia. Es ciertamente hermosa la descripción mediante la cual Lahuerta explica cómo un niño puede llegar a amar los colores de su club. Y lo hace magistralmente incorporando en ese proceso el negocio familiar, la liturgia de los domingos, los parentescos más o menos cercanos. Es devastadora la narración de la enfermedad de su padre, y cómo el Valencia puede llegar a convertirse en parte de esa familia, quizás como sustituto del amor paterno-filial. Resulta esclarecedora su explicación de cómo nacieron los Yomus, y también cómo se fue alejando de ese grupo de seguidores. Y por último destacaría, entre las innumerables reflexiones del libro, lo simpático que resulta a los que tenemos parejas no futboleras, cómo la suya vive y se enfrenta al misterio de la pasión de un joven por su club.
Ser seguidor del Valencia C. F. acaba siendo un compendio de victorias y derrotas
A lo largo de 48 breves capítulos, muchos de ellos inconexos entre sí, como fogonazos de la memoria, el autor retrata cómo la pasión por el fútbol y por el Valencia nace, crece, se desarrolla, muta e incluso se suaviza desde el fanatismo hasta llegar a un sentimiento más cercano al escepticismo. Desde el máximo respeto a la historia del club, que el autor desvela como único referente moral ante la deriva de las instituciones futbolísticas, Lahuerta consigue crear una mitología basada en la fe de nuestros antepasados. Y por supuesto aparece Mestalla, como último refugio del dios que nos ampara. Nadie sabe explicar qué tipo de libro es “La balada del Bar Torino”, pero conmueve a quien lo lee.
En cada uno de los relatos concretos de partidos, victorias y derrotas, goles y humillaciones, hay pasión por un deporte y por un equipo, por un club. Hay un poso de respeto, de profundo sentimiento, de cierta insatisfacción, pero también una razón de ser. Aquello por lo que vale la pena estar vivo. Aquello que nos constituye como personas, como comunidad. ¿Acaso nuestro Valencia y nuestras vidas no tienen derecho a ser noveladas?
Por más que sus declaraciones se repitan, no deja de ser sorprendente las continuas declaraciones del Sr. Tebas en favor de Peter Lim. Es obvio que no es casualidad tanto trato de favor, pero ¿Qué hay detrás de estas palabras?, ¿Qué tipo de negocio tiene con la dupla Lim / Mendes? o, ¿Acaso también es por miedo de perder los escandalosos beneficios del fondo CVC a costa de los clubes de la Liga?
Cualquiera de las opciones le vale para que cada vez que hable cargue injustamente contra la afición valencianista. Una afición valiente que lleva ya demasiado tiempo pisoteada como para que venga el Presidente de la Patronal de la Liga (porque la Liga somos mucho más que los clubes) a defender posturas que absolutamente nadie se cree.
Una afición valiente que lleva ya demasiado tiempo pisoteada
Tebas dice, y no por desconocimiento, que tenemos problemas políticos con el campo. Yo le contesto: nunca la política valenciana había estado tan unida en contra de una gestión y a la vista está, aunque siempre teniendo en cuenta que hay disparidad tanto en la dureza de las palabras como en la de los actos de los diferentes actores políticos valenciano. El Sr. Tebas también añade lindezas como que esto es una “Montaña Rusa” cuando, quitado 4 interesados que a saber lo que esconden, todo el valencianismo está unido a esta bella pero difícil causa que es la de echar a esta gente de nuestra casa.
No deja de ser sorprender las continuas declaraciones del Sr. Tebas en favor de Peter Lim
Sr. Tebas, debería usted explicar los motivos para estar ninguneando a una de las aficiones más grande de la Liga y seguramente la mejor de toda la competición. Debería dejarnos en paz, no hablar de nosotros cada vez que tiene un micrófono delante suyo y sobre todo debería preocuparse más de lo que tiene en casa y menos de PSG o Manchester City, aunque pensándolo bien, para usted sólo existen dos o tres equipos de la Liga y le importa bastante más lo que sucede con estos equipos que lo que tenemos el resto de los participantes de la competición. Sólo le pido una cosa: que se calle y nunca más hable de nuestro Valencia.
La manifestación del pasado 21 de Mayo fue una expresión promovida por Libertad VCF y para la Libertad. Podemos encontrar el espíritu de su fundamento en el carácter libertario que movió a todos los manifestantes. Me explico: Para los libertarios, si una ley es injusta, es consecuente desobedecerla.
La manifestación del pasado 21 de Mayo fue una expresión promovida por Libertad VCF y para la Libertad
H.D. Thoreau en el S.XIX fue uno de los impulsores de la Desobediencia Civil que derivará en los activismos contemporáneos. Es una acción deliberada e intencional que pretende provocar un cambio social ante una ley, ordenamiento o situación injusta.
Tiene carácter moral: es una expresión de responsabilidad personal por la injusticia, refleja el compromiso de no colaborar ni someterse a prácticas y normas injustas. Tanto a nivel individual como las que se apliquen contra un colectivo o institución como en este caso el Valencia C.F.
Los activistas buscan influir no solo en sus gobernantes, sino también (y sobre todo) en la opinión pública. Por ello suele ser, asimismo, colectiva, y no individual. La manifestación un es medio de persuasión, y no de coacción. Es en este sentido una forma de discurso público con una función pedagógica. Es decir, que pretende hacer ver, mostrar y enseñar lo que está ocurriendo para poder cambiarlo.
Esta lucha que se suele ejercer contra el Estado la podemos extrapolar entendiendo que la ejercemos contra un «Estado» representado en Meriton que ejerce además de forma totalitaria usando de manera incoherente el Club que puede y debe ser considerado un bien público, ya que pertenece a los valencianistas y a Valencia, igual que los bienes públicos son de uso y disfrute común aunque los gestione el Estado.
Y alguien dirá que es una propiedad privada. Si, pero de carácter especial. No es, o no debería ser un negocio puro y duro, porque su razón de ser, aparte de la deportiva, se fundamenta en un sentimiento, en la afición, en algo que no es material, en amor, ilusión, euforia, alegria, tristeza, pasión… ¡Queréis capitalizar todo esto!
La movilización de los valencianistas en contra de la gestión de Meriton pretende mostrar a todo aquel que no la conozca la desastrosa situación del Valencia C.F., concienciar a todo el que quiera apoyar el cambio activamente y poner en marcha las acciones adecuadas para ello.
¿Qué es el Valencia CF? Una pregunta que puede ser de fácil respuesta: un equipo de fútbol. Pero a esta afirmación rápida, distante quizá, le faltan muchos matices y, tal como muchos estáis ahora mismo pensando, no, no es sólo un equipo de fútbol. El Valencia C.F. es mucho más. Es sentimiento, pasión, instinto… es algo que está contigo y te acompaña desde que prácticamente tienes uso de razón. Lo puedes corroborar al notar ese hormigueo diferente cuando ves el murciélago del escudo, con esa sensación única de pertenencia a unos colores, a un equipo, a una ciudad, a una provincia. No es algo que decides porque sí, es una emoción que te atrapa. Cuandoeresdel Valencia de verdad, nada ni nadie te va a hacer cambiar de opinión, porque no es una elección, es una atracción. Ahí hay química.
Cuando eres del Valencia de verdad, nada ni nadie te va a hacer cambiar de opinión, porque no es una elección, es una atracción.
Te alegras, saltas, sufres, lloras, maldices, te acuerdas de los antepasados del árbitro o de aquel jugador contrario especialmente borde, te desgañitas a voz en grito cuando marcamos un gol, protestas enérgicamente ante esa falta no pitada vista por todos menos por el señor que impone las normas en el terreno de juego, el día siguiente a una victoria te sientes más ligero, al contrario en caso de una derrota, más aun si ha sido dolorosa… Si eso no son sentimientos, que baje Dios y lo vea. No es que sea imprescindible para vivir, eso es cierto, pero qué duda cabe que forma parte inseparable de nuestra vida. De algún modo u otro, el Valencia C.F. siempre ha estado ahí desde que eras pequeñito, tanto física (cuando estás viendo un partido), como etéreamente (cuando piensas en él o lo hablas con los colegas). ¿Cómo no vas a sentirlo parte ti?
El Valencia CF siempre ha estado ahí desde que eras pequeñito, tanto física (cuando estás viendo un partido), como etéreamente
Son más de mil y un recuerdos imposibles de borrar, buenos y mejores. Tu abuelo, tu padre, tu tío, tu hermano… Has respirado valencianismo desde siempre, por eso está tan arraigado el sentimiento de la afición hacia el equipo. Y hablando de equipo, ¿Qué hay de esos jugadores, esos ídolos que han vestido la elástica blanquinegra y han marcado una época en la historia de este club centenario, contribuyendo a su grandeza? La visión de juego privilegiada y los goles de Fernando Gómez Colomer (ya os explicaré por qué mi padre le puso el mote que le puso), las paradas imposibles de Santi Cañizares (y las lágrimas desgarradoras en la final de Champions ante el Bayern), la jerarquía y los zapatazos de fuera del área de Rubén el Pipo Baraja, el ímpetu y la fuerza de David Albelda, la seguridad del infranqueable Ratón Ayala o del elegante Miroslav Djukic, el liderazgo y los golazos inolvidables de Gaizka Mendieta, la velocidad goleadora del Piojo López, el empuje desafiante del Kily González, la magia ilusionante de Pablito Aimar o David Silva, el juego eléctrico y “levantapúblico” de Vicente, la capacidad anotadora de nuestro Villa Maravilla, la gasolina “casi eterna” del capo Carboni, la entrega sin límites de Rufete o Angulo, las carreras “a lo loco” de Jocelyn Angloma… ¡Han sido tantos!
Llegados a este punto, como buen seguidor valencianista que se dirige a otros apasionados del Valencia C.F., me resulta imposible, casi una tentación, no recordar algunos de los goles que han quedado grabados a fuego en mi memoria al igual que, supongo, en la de todos vosotros. ¿Divagamos un poco? Sí, claro. Vale la pena.
Me resulta imposible, casi una tentación, no recordar algunos de los goles que han quedado grabados a fuego en mi memoria
Partido de la fase de grupos de la Champions 99-00, ante el PSV Eindoven. Carboni saca una falta en largo desde la medular de medio campo. El Piojo López se desmarca de la defensa con una velocidad encomiable, recibe el balón en el interior del área grande sin dejar que toque suelo, y empalma una bolea de parábola perfecta que se cuela por el centro ajustada al larguero, haciendo inútil la estirada del portero holandés. GOLAZO. En solo dos toques desde medio campo, el Valencia marcó un gol antológico. De hecho, fue declarado el mejor gol de aquella edición de la Champions League y uno de los mejores de toda la historia de la UEFA, y no me extraña; vaya obra de arte. Pim. Pum. Gol.
¿Seguimos?
Volvemos a un partido de Champions, pero esta vez del año 2007, contra el Inter de Milán (sí, se la tenemos jurada al Inter. Bueno, al menos yo sí). El árbitro señala falta a favor del Valencia. Está en tres cuartos de campo, una posición alejada de la portería italiana. David Villa (a saber cuándo volveremos a disfrutar de un jugador como él), se pide la pelota. A priori, está lejos. Para lanzar directamente a puerta, hay pegarle con mucha fuerza, y con puntería, pero sobretodo con toda el alma. El Guaje toma carrerilla. El zapatazo es de escuela de maestros. El balón sale como un obús, coge efecto y se cuela sin remedio por el palo izquierdo del guardameta interista. San Siro enmudece, mientras los seguidores valencianistas alzan su griterío en aquel estadio donde años antes se nos escapó la “orejona”. GOLAZO. Por la competición que se estaba jugando, y por la entidad y rivalidad con el equipo contrario, este gol es imborrable.
¿Revivimos uno más? Sí, por favor. Este es, si cabe, más especial aun que los anteriores.
Volvemos a 1999, pero esta vez viajamos a los cuartos de final de la Copa del Rey. Enfrente, el equipo de Van Gaal. Me encuentro en casa, con mi atención centrada únicamente al Barça-Valencia que estaban echando por la tele. La eliminatoria era prometedora, sugerente; ¡qué ganas le teníamos a aquel Barça y a su entrenador! La pelota sale por el fondo. Córner a favor del Valencia. En mis ansias juveniles, me repetía mentalmente: Gol. Gol. Gol. La verdad, no estaba preparado para lo que iba a presenciar a continuación. Adrian “la Cobra” Ilie se prepara el balón. Da unos pasitos y saca el córner. El centro se abre. El balón se va largo y fuera del área.
Ala, a fer la mà, pensé. Però què fa? Mientras me lamentaba por la oportunidad que ya creía perdida vi, por el rabillo del ojo, a un rubio que aparecía a la carrera por la parte inferior del televisor. Armó la diestra, se preparó, y empalmó el balón conforme le vino con todo lo que tenía, lanzando un misil tierra-tierra que se coló con una fuerza descomunal por toda la escuadra culé. Si aquello hubiera sido un capítulo de Oliver y Benji, el balón habría traspasado la red, incrustándose en las vallas de atrás. Mi madre tuvo que venir deprisa, asustada ante los alaridos que estaba dando en mi habitación. ¡Qué zurriagazo! ¡Vaya cañonazo! Una volea histórica, un gol de esos que se ven una vez cada muchos años. La dificultad para que se vuelvan a dar las condiciones, la factura, ejecución y belleza del gol, lo elevan a los altares de los mejores tantos de la historia. En serio, ¿alguien ha vuelto a ver desde entonces, un gol igual o que se le parezca? Que yo sepa, no… Bueno, aquel rubio, como bien sabéis, era Gaizka Mendieta, uno de los capitanes más míticos del club y autor de varios de los goles más bonitos de la historia del Valencia C.F., y del fútbol en general. GOLAZO.
Espero me perdonéis los más veteranos del lugar, pero servidor lleva siguiendo al equipo desde principios de los noventa, me ha sido imposible disfrutar de muchas otras leyendas no menos inolvidables como el “Matador” Kempes, Arias, Mundo, Botubot, Claramunt, Subirats, Puchades… No es mi intención obviarlos; es que no había nacido aún, hecho que te hace ver la longevidad y trayectoria de este equipo fundado en el lejano 1919. El calado o la importancia que tiene para la gente de la terreta trasciende lo racional: el Valencia es el Valencia, y punto.
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